Nacida el 4 de octubre de 1917 en la ciudad de San Carlos, VIII región, hija de un profesor primario y de música, Nicanor Parra Parra y de una autentica campesina, clarisa Sandoval Navarrete. Violeta Parra desde los doce años comenzó a escribir sus primeros versos que reflejan una infancia difícil junto a sus nueve hermanos, quienes con campechana humildad, muy pronto también destacarían de diversa forma en variadas disciplinas del arte popular y docto.
Temprano debe abandonar sus estudios para trabajar en el campo y ayudar así a sus padres, su afición por la música le viene por ambas vertientes, pero sus primeros contactos con la guitarra los tiene de su madre que le cantaba hermosas melodías campesinas mientras ejercía su oficio de costurera. El repertorio de don Nicanor lo constituían valses, habaneras y cantos de salón de fino corte romántico, características expresiones urbanas de fines de siglo.
En la esencia de sus creaciones se advierte la manifestación de un universo íntimo exuberante en vivencias de profundo contenido humano donde la sensibilidad por los problemas sociales que marcaban su entorno en aquellos años resulta ser un verdadero espejo para reflejar su existencia marcada por la tristeza, frustraciones e infelicidad.
Su hermano Nicanor que estudiaba y trabajaba en Santiago y que debió asumir la responsabilidad de guiar, educar y alimentar la larga familia, llama un día a Violeta a la capital con el propósito de encauzar su educación formal.
Errante y obviando los consejos de su hermano y con el propósito de obtener sus ingresos, se dedica al canto en la nocturna farándula de los arrabales santiaguinos, donde enriquece su conciencia al ver tanta bajeza humana.
En 1937 conoce a Luis Cereceda, empleado ferroviario, con quien contrae matrimonio y de donde nacen sus dos primeros hijos, Isabel y Ángel. Esta unión se mantiene en forma precaria hasta 1948, año en que definitivamente se separan y continúa su tarea de recoleccionar canciones antiguas de Chile. Al año siguiente vuelve a casarse con el tapicero Luis Arce.
Nacen sus hijas Carmen Luisa y Rosita Clara que fallecería al poco tiempo.
Con criolla humildad, y estoicismo continuó derramando su creatividad en Circos, Bares, y Quintas de Recreo, aumentando su bagaje de vivencias sociales de un mundo que en sordina ya encontraba deleite en su canto, aún cuando su voz fuera un solitario dedo acusador surgiendo desde las tinieblas nocturnas en busca de la luz.
La década de los años cincuenta la sorprende realizando labores de recopilación en diversos barrios de Santiago y a lo largo de todo el país. Gracias a su trabajo, en Puente Alto se reúne con poetas populares como Isaias Angulo, Gabriel Soto, Agustín Rebolledo, Emilio Lobos y Antonio Suarez.
En Barrancas conoce a Guillermo Reyes y Rosa Lorca… Berta Gajardo en Maule, Mercedes Guzmán, en San Bernardo, Lastenia Cortés en Curacavi, Eduviges Candia en San Carlos y Francisca Martínez en Rosario. Todos de larga sabiduría que le enseñan antiguos repertorios de una música que ya comenzaba a perderse o desvirtuarse.
Su Hermano Nicanor fue decisivo en su vida artística, puesto que fue quien la estimulo a asumir con personalidad propia la defensa de la autentica música chilena. Hasta entonces y por conveniencia, su repertorio variaba entre valses peruanos, corridos mejicanos, boleros, cuecas y cantos españoles.
Se dedicaba con pasión a la música chilena y entre sus primeras iniciativas procura divulgar el uso del poco conocido guitarrón.
Los poetas y los talentos se juntan.
A raíz de un recital realizado en 1953 en casa de Pablo Neruda se ponen en relieve sus capacidades y se reconoce su arte a través de la Radio Chilena. Comienzan entonces a salir de los oscuros salones de las Quintas de Recreo para iniciar una serie de giras y presentaciones en todo el país.
Si como recopiladora tuvo la importante visión de recuperar para el patrimonio músico popular una enorme gama de expresiones ya casi olvidadas, generando al mismo tiempo un valioso movimiento en todo el país que se dedica a emularla, es especialmente brillante en su labor como compositora abarcando las más variadas expresiones. Pero donde destacó en forma especial fue en la décima, de la que se constituyo como una de las más agudas improvisadoras a lo humano y lo divino, con derroche de su talento irónico pasional para denunciar en verso los desvaríos sociales entonces.
En 1954 obtiene el premio Caupolican, concedido a la folklorista del año, que la lleva luego al festival de la juventud en Polonia. Peregrina por varios países con agudas dificultades e incomprensiones, para fijar luego residencia en Francia que se resiste a su guitarra con el canto de luces y sombras de Latinoamérica.
Después de largos y sacrificados esfuerzos consigue vencer la natural apatía francesa que la escucha, la aprueba y la aplaude, grabando allí sus primeros discos con un éxito jamás logrado por chileno alguno.
Regresa a Santiago en 1958 inspirada y renovada y tratando de reponerse a la cruel y triste noticia de la muerte de su hija menor, comienza a pintar y crear tapices. Ofrece recitales en todo el país y graba nuevos discos. Conoce al músico Suizo Gilbert Favre, estudioso del folklore Sudamericano, de quien se enamora apasionadamente. Los primeros programas folklóricos realizados en Chile para la televisión que comenzaba ya su rápido camino, los realizó Violeta con sus hijos mayores Isabel y Ángel que en 1960 ya tomaban alturas propias.
Los años 60 son críticos y decisivos. En Europa irrumpen múltiples convulsiones estudiantiles y sociales, a las que no escapa Latinoamérica. Su canto se rodea de compromiso contra la injusticia social que la rodea y a las duras vivencias de las que han sido testigo a lo largo de su existencia.
Violeta se adelanta a su época y con su guitarra denuncia y condena. Su forma de canto es una cantera desde donde empieza a quedar atrás la temática paisajista que hasta entonces nuestro folklore tenía. Se empiezan a decir cosas, la gente joven comienza a identificarse y a atreverse a contar y cantar sus vivencias y anhelos, Surgen las voces de Patricio Manns y Víctor Jara. Fue la precursora que impulsó a muchos artistas a crear conciencia en nuestros propios valores y sus canciones son obras que van más allá del tiempo y las fronteras.
En 1961 vuelve a viajar a Europa recorriéndola casi completa, participando en el Festival de la Juventud de Finlandia, graba nuevos discos y realiza
Exposiciones y recitales para la UNESCO. A su calidad de músico y poeta une la pintura, los tejidos, tapicería y cerámica de virtuosa originalidad, exponiendo con esperanzado sentimiento su genio y talento en Argentina, Rusia, Finlandia, Alemania, Italia y Francia.
En 1964 el Museo del Louvre, se abre por primera vez para una artista latinoamericana y para sus escultoras de alambre, pinturas, tejidos y arpilleras en las que demuestra que de la tradición era posible extraer un material de trabajo más.
Su vida y la expresión de su canto son comparables sólo con Edith Piaf, el recordado gorrión parisino, con la que se puede hacer un paralelo artístico y emocional.
En 1965 está de regreso en Chile e instala en La Reina una gran carpa, que pretende convertir en un centro de cultura folklórica junto a sus hijos Isabel y Ángel, a quienes se unen Patricio Manns, Rolando Alarcón y Víctor Jara. Refugio de sueños inconclusos desde durante largo tiempo esperó acercar su mensaje a los chilenos, un mensaje lleno de sensibilidad Universal que hoy la eleva como la artista chilena de raigambre popular mejor reconocida internacionalmente, genuina representante de nuestro folklore y fuente de inspiración permanente para generaciones de músicos populares.
En 1966 emprende viaje a Bolivia, donde canta con Gilbert Favre, regresando juntos al poco tiempo. Compone sus últimas canciones que graba en un long-play con sus hijos y el músico uruguayo Alberto Zapicán.
A los cincuenta años, el 5 de febrero de 1967, incomprendida por el público chileno e incapaz de resolver sus problemas afectivos que la atormentaron toda una vida, de un disparo pone fin a su existencia en la Carpa de la Reina.
Su vida y su obra están libres de contradicciones, habiendo nacido pobre, los amó junto a su tierra y ese amor lo puso en versos que aún vibran en las cuerdas de su guitarra, Nació campesina y sufrió de privaciones sin jamás ocultarlo y nunca hizo uso de un escenario pensando en las luces de un show con ausencia de valores de raza ni de pueblo ni en la inspiración.
De su canto existen ideas falsificadas, sino duras vivencias con las que coexistió de por vida.